Zoom: Infancia, familias y museos

Por Eva Llamazares
Zoom3 Tinta de ValeriaTraversa
Si pensamos el museo como hace más de un siglo, podemos imaginarnos espacios que se concebían para enaltecer el espíritu y junto al arte regocijar el alma… ¿y ahora qué son?


Me pregunto, en el siglo XXI estos espacios llamados museos y aquellos objetos llamados obras de arte: ¿qué rol ocupan en la vida de las personas, cómo transforman nuestras experiencias cotidianas en extraordinarias?

Américo Castilla en un libro llamado El museo en escena (Paidós 2010) plantea algo interesante: ¨Los museos de arte presentan una paradoja. Son los que más toman en cuenta al presente y, al mismo tiempo, los más renuentes a reponer los contextos de las obras exhibidas o a abrir a un público amplio la comprensión de sus complejos significados.¨ 

Ese público más amplio que vive el arte en clave hermética incluye a los chicos que desde temprana edad no cuentan con propuestas para ¨comprender¨ aquellos complejos significados. Américo también nos recuerda algo muy acertado del arte: ¨…el discurso artístico no es neutro y participa de la disputa por la hegemonía del pensamiento y por la construcción del poder de quien propone la interpretación del significado, sea este el propietario del museo, el curador, el diseñador o el educador a cargo de la exposición.¨


Entonces vuelvo a preguntarme: ¿Desde muy pequeños nos enseñan quiénes están habilitados y tienen el poder de decidir lo que tiene un valor cultural para nuestra sociedad?

¿Existirá alguna grieta para que la voz de quienes no tienen ese lugar de poder puedan resignificar los espacios y objetos que están en los museos?


No es nada fácil salir de los discursos oficiales que proveen interpretaciones validadas para ser replicadas, en mi práctica como educadora trabajé 8 años con público adulto y adultos mayores, solo hace 5 años que estoy dedicada a grupos escolares y recién en el 2013 me animé a trabajar con grupos de chicos de 2 y 3 años, sus docentes y papás. Lo que más me maravilló es que la infancia es una oportunidad para que todos pensemos juntos la cultura, porque te invita a volver a mirar con nuevos ojos aquello que ya estaba establecido, como también para los adultos que están atravesados por la crianza de sus chicos y se abren a nuevos espacios de socialización. Además de ser una oportunidad para las instituciones, como la escuela inicial que se encuentra repensándose constantemente y por qué no, el museo, que abriendo puertas y haciéndose consciente de que la primera infancia habilita a toda una familia a participar (chicos, padres, hermanos, abuelos, etc.) y en esta apertura amplía su presencia en la vida de las personas.


Los invito a rastrear cuántas propuestas ofrecen los museos a familias con niños menores de 4-5 años, analizar como las programaciones están diseñadas para una familia tipo en un momento específico de su vida familiar, cuando sus hijos están atravesando la franja de los 4 a 12 años. En España existe un colectivo de arte y educación que se llama Pedagogías invisibles les comparto un video para pensar en las actividades destinadas a familias en el museo, donde se plantea quiénes son familia y cómo hacer para incluir a todos aquellos que se siente familia. ver video Metamorfoseando a la familia.



Hay un espacio de la infancia donde suceden cosas increíbles entre chicos de diferentes edades: la plaza pública. Todos comparten un mismo espacio con juegos que ofrecen experiencias de sostén como hamacas, calesitas, toboganes, trepadoras, sube y baja. Frente a esta imagen hay una expresión del ámbito de la planificación escolar en el nivel inicial que se llama: experiencia directa; pienso en esto muy seguido cuando creo necesario que el museo tiene que pensarse como una ¨experiencia directa¨ para la primera infancia. Esto que las docentes me repetían hasta el cansancio lo aprendí cunado tuve mi primer experiencia directa con ellos, los chicos. No creo que haya que poner hamacas y toboganes en las salas de exposición, pero si pensar espacios que habiliten a recorrer sin el temor a romper, a recorrer el espacio y conocerlo con libertad  y a que los equipos educativos piensen recursos, juegos y dispositivos para favorecer estas situaciones de visitar un museo y sus exhibiciones acompañando a un grupo de padres e hijos.




Hay ejemplos increíbles que hacen esto posible como: el Tríptico de la Infancia en Rosario proyectado por Chiqui González, museos interactivos como Imaginario en San Miguel, los museos de ciencia y el Museo del juguete de San Isidro. También hay casos que me cuentan colegas que trabajaron con edades muy tempranas como en el Centro Cultural Borges y en el Parque Avellaneda con su programa Un aula a cielo abierto que tiene un gran impacto en su comunidad. Estoy segura que existen experiencias que desconozco y me encantaría conocer así que aquellos que las sepan no dejen de comentarlas y compartirlas.

¿Y los museos de arte?
Estos tienen que animarse a abrir la puerta para ir a jugar… para desarrollar propuestas y estrategias donde las edades no limiten la participación, trabajando las expectativas y la necesidad de control, saber que las escalas son importantes, que todos tenemos un cuerpo en el espacio, que los tiempos tienen que ser pautados y flexibles simultáneamente, que hay que apoyarse en la colaboración entre pares y también de forma asimétrica generando desafíos para resolver juntos entre grandes y chicos. Estas son solo algunas ideas para ir empezando...

Este es mi último zoom y más que despedirme quiero invitarlos a continuar pensando y debatiendo por qué la primera infancia no tiene un lugar en la programación educativa de los museos de arte y cuando planteo primera infancia es desde la cuna.


¡Los museos pueden ser accesibles como las plazas públicas, solo hay que pensar cómo!






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