Zoom1 Acrílico- Valeria Traversa |
Edición Mercedes Pugliese
El turista aprendiz es el título del libro de Mario de Andrade, poeta y museólogo brasilero, que recorrió más de treinta localidades de su país en busca de la música folklórica que vivía entre la gente. Me gusta el texto porque habla de lo que nos pasa cuando viajamos con ojos atentos, con mirada que busca. Por eso les propongo un recorrido por los museos en donde lo extraño se vuelva propio y lo nuevo nos hable de nosotros mismos.
La mirada “del extranjero” tiene que ver con la mirada sensible, el hallazgo en medio de la búsqueda, la capacidad de sorpresa y el interés en los detalles.
Cuando armamos las vitrinas de “Patrimonio en colores” buscamos que apareciera esa mirada. Inspirados en las fotos de Gudio Cecere queríamos compartir lo que nos había pasado a nosotros al encontrarnos objetos maravillosos en el archivo del museo. Había olores, superficies, palabras, que queríamos dar a saborear a los visitantes. Buscábamos extender esa experiencia de viaje haciendo viajar a los que miraban.
Silvia Paz y Mariano Ricardes |
Silvia Paz y Mariano Ricardes |
¿Los objetos pierden su función? ¿O esperan ser reconocidos?
La valija del extranjero, transporta lo necesario, lo que le pertenece, lo que no puede faltar, también lo que adquirió. Van objetos, el libro que se lee en ese momento, postales, papeles, recuerdos; es personal y única en su contenido: Tiene pasos, subidas y bajadas, música, paisajes, anécdotas, momentos de fascinación, de perderse en una calle.
Cuando las valijas aparecen en los museos el gesto de armar y desarmar una maleta o una caja, con el contenido de objetos pensados permite reproducir un momento, habilitar imágenes que cobran vida dando impulso a la historia. Como dice María Negroni en “Pequeño Mundo Ilustrado”, esos objetos antiguos se convierten en “moradas sensibles”
En un museo de Historia Natural de Estados Unidos tienen valijas con objetos que un/a especialista manipula para mostrar objetos y compartir imágenes. Son rígidas, de color azul, están divididas por tema y guardan sus objetos en bolsas o folios. Tienen catálogos, planos, indicaciones. Como un científico, el educador saca los materiales con delicadeza e invita a una mirada de lo que es delicado y merece cuidado.
Una valija con olor a nuevo, habla de los viajes que recién se empiezan. Una con cuero añejado, conserva el recuerdo de todos los que pasaron. En el Museo de las Escuelas tenemos una colección que fuimos juntando por veredas y esquinas- Una colección de piezas que fueron olvidadas y que nosotros las sabemos llenas de historias de aventureros que las llevaron quizás por el Volga o a comer churros a Mar del Plata.
Primero fueron escenografía, pero de pronto se empezaron a poblar. Un día las convertimos en valijas de inmigrantes que venían de América. En una visita en la Noche de los Museos las llenamos de pequeños objetos que hablaban de las necesidades de los que viajaron y de aquello que no pudieron abandonar. De esos pedazos de familia que los acompañaron a cruzar el océano.
Fueron también guardadoras de historias en el rincón dedicado al libro “Corazón” de Edmundo de Amicis. Tenían en su interior relatos que aparecían en forma de tintero o de pelota para recordarnos las escenas de ese libro que tanto había hecho llorar a niños de todas las épocas.
Ahora puedo contarles que recuperaron su identidad de viajeras.
Nos acompañan cada vez que salimos a visitar escuelas.
Y así ellas y nosotros
sentimos que no estamos solos
y que compartimos una caminata
en donde lo nuevo está
por empezar otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario