Compartimos- El cuaderno de apuntes de Amparo Alonso Sanz

¿Se acuerdan de la visita de Amparo? Sí, fue en el mes de agosto!
Nos pareció buena idea mandarles su cuaderno de apuntes ahora que es momento de recapitulaciones de fin de año ¿Y por qué?
Porque en su punto de vista aparecen análisis diferentes de alguien que mira de manera extrañada lo que hacemos todos los días.
No se lo pierdan!!


Los apuntes de Amparo...

Me gustaría narrar una experiencia, una vivencia de cariño, acogida, explicaciones, intercambios y conversaciones que tuvo lugar gracias a la coordinación de Mercedes Pugliese con las chicas de Remcaa (Red de educadores de Museos y Centros de Arte) y Silvia Alderoqui.  En primer lugar me gustaría destacar ese rasgo de feminidad, pues
me sorprendió descubrir que cuantas personas de la Red de educadores de Museos y Centros de Arte iba conociendo eran mujeres; cuestión que impregnó la actividad de un dinamismo, entusiasmo y generosidad muy propia de un género tan implicado con las labores docentes.

Cada día visitaba uno o dos museos, incluso tres, con motivo de conocer a las diferentes educadoras con las que compartimos experiencias educativas. Este intercambio resultó enriquecedor para ambas partes, pero especialmente me gustaría hablar de cómo me afectó a mi.

En el Centro Cultural Borges, Valeria Traversa me sumergió en una mañana de encanto donde las líneas pensaban a través del dibujo, un dibujo capaz de materializarse en técnicas próximas a lo pictórico o a lo escultórico sin abandonar la calidez que puede tener el blanco y negro. Hallar una sala de exposiciones abierta al consumidor de un centro comercial es toda una arriesgada propuesta que conserva aquí el éxito de muchos años. Comenzar a disfrutar de lo cultural aunque no fuese el pretexto inicial, es saber aproximarse al público. Pasear por la ciudad, tomar té y escuchar atentas explicaciones, allí y en otros espacios expositivos como el Museo Fortabat, completaron el delicioso encuentro.

El Palais de Glace me esperaba con rompecabezas, pop up, miniaturas en álbums de figuritas, barajas de cartas, pegatinas, maquetas de papel e ilusorios espacios donde coleccionar obras de arte y ensueños. Mariana Luterstein y su compañera Virginia Buitron supieron sumergirme en la cantidad de propuestas que se pueden llevar los menores después de su visita a un museo, incluidos “Los Materialli”. Desde este lugar se comprende la necesidad de hacer extensible el conocimiento más allá de las puertas del recinto, de lo acotado, de lo tradicional. El regalo atractivo se convierte en sugerente experiencia de diversión posterior a la visita al museo.

En el Malba entré poco a poco, despacito, con un café y dulces primero, de la mano de Laura Scotti y María José Kahn imaginando cómo se desarrollarían las experiencias que me explicaban con tercera edad, jóvenes, niños y discapacitados en un museo que aun no conocía pero que me iba a emocionar con su envergadura didáctica. Pero fue espectacular conocer el museo por dentro, atiborrado de gente enloquecida por Yayoi Kusama, sus lunares y luces que nos adentraron en mundo desquiciadamente placentero. Así visité las salas, conocí obra de artistas nunca antes vistos en Europa y de gran calidad. Lo más sorprendente, el almacén. Uno no conoce las entrañas de una casa hasta que no ve la despensa, uno no comprende los proyectos educativos hasta que no ve las maquetas para ciegos, los aros para dinámicas cinéticas, los envases cargados de recursos… que quedan apilados en estanterías esperando un nuevo uso.

En la zona sur, después de cruzar un jardín y llegar a un Centro Cultural que ocupaba una antigua vivienda unifamiliar de corte colonial, con su patio y tejas, encontré las “Pequeñas Colecciones”. Desconozco por qué Ana Luz Chieffo las llama pequeñas cuando son grandiosas, el tamaño no siempre queda a la altura del concepto y este era el caso. Bellas piezas que nos recuerdan como capturar al público a través de sus propias vivencias y experiencias, conectando con lo personal que no intransferible. Las actividades desarrolladas con personas mayores demuestran que se puede construir comunidad desde el arte y desde lo cultural. 

Contar cosas no es lo mismo que contar cuentos, y escuchar cuentos no es ni parecido a vivirlos. Mercedes Pugliese me explicó de qué manera los visitantes del MNBA, acompañados de ella como educadora, en otros tiempos recorrían las salas como si estancias de un palacio se trataran, o metiéndose en un cuadro seleccionado, o conectando una historia tradicional con una imagen clásica. La propuesta desarrollada en este museo es facilitadora de la palabra, une transversalmente lo visual con lo auditivo, pero también lo pictórico con lo lingüístico. En ese sentido creo que el esfuerzo por aproximar dos artes fue todo un éxito, y espero que en el futuro tenga lugar en otros espacios.

Divertido fue compartir una visita guiada en el Macba con Florencia González de Langarica y un pequeño grupo de chavales discapacitados, porque es difícil saber hablarle a chicos y chicas que tienen tan limitado los recursos del lenguaje verbal. Sin embargo esta educadora comprendía perfectamente lo gestual, lo que queda más allá de las limitaciones o aparentes imposibilidades. Me quedo con que un continente no tiene contenido si no es gracias a la calidad de las personas que lo ocupan, porque Florencia desprendía la energía, pasión, entusiasmo, cariño y cortesía que todo espacio debe respirar para que el visitante se sienta acogido, como en su propio hogar.

Pero nada de esto hubiera sido posible si el Museo de las Escuelas, a través de Silvia Alderoqui, no me hubiera abierto las puertas de España a Buenos Aires, para llevarme la idea de que se pueden emprender grandes proyectos educativos en pequeños o enormes museos, con mucho personal o entre dos personas, con buenos recursos económicos o en la adversidad, teniendo espacio de reunión o virtualmente… Es decir, todo depende de las personas que lo intentan, y este grupo pone toda su energía en ello.

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