Zoom: Los públicos de los museos: conocer a nuestros invitados.

Por Gabriela Santagostino

Zoom3, tinta de Valeria Traversa
En los últimos años –y cada vez más- los museos e instituciones culturales se han interesado cada vez más en estudiar y por sobre todo entender a sus públicos. Es así como, desde aquellos primeros estudios realizados en EEUU en los años 20 comenzaron a ensayarse algunas herramientas para intentar conocerlos, tratando de ir más allá del simple número de personas que ingresaban por día al museo, para empezar a analizar sus comportamientos e intereses.

Con el tiempo los estudios se fueron refinando, se crearon variadas metodologías y comenzaron a calcularse estadísticas, muchas personas se ocuparon de estudiar sobre el tema, se publicaron textos y hasta se crearon los llamados ¡Observatorios de públicos!
Palabra extraña si las hay. A mí los observatorios me recuerdan a los planetarios, a las formas que tenemos los hombres y mujeres de mirar las estrellas y todo lo que pasa allá lejos en el cielo. Quizás no sea la única que lo piensa así.

 A veces, trabajando dentro de museos me doy cuenta de que se habla del público como si se tratara de la misma cosa, de una maraña de personas más o menos parecidas que deambulan por las salas. Muchas veces tengo la idea de que los museos observan a sus públicos como seres misteriosos, ajenos, extraños. Es cierto que es difícil pensar en uno por uno pues, especialmente en los museos medianos y grandes donde hay gente por todos lados, se haría imposible acercarse  a todos...pero, ¿cómo se puede empezar? Y ya que estamos en el tema, habría que hacer otra  pregunta inicial acerca de por qué los museos se preocupan en conocerlos.

Y a mí, ¿por qué me interesa conocer a los visitantes?
Cuando estoy preparándome para comenzar una actividad dentro del museo, ubicando los materiales que voy a usar en cada obra y pensando en qué voy a decir, me invade una sensación que es más bien un recuerdo: cuando festejaba mi cumpleaños y preparaba las cosas de la fiesta mientras esperaba a mis compañeritos. Esa mezcla de ansiedad, entusiasmo y alegría sigue presente.

Ahora que espero a desconocidos para compartir un rato con ellos frente a las obras del museo. Imagino entonces… cómo eligieron lo que se iban a poner, a quiénes llamaron para que los acompañen, cómo viajaron hasta el museo y cuánto tiempo viajaron, si habrán merendado antes o lo harán al salir, imagino sus planes y preparativos para llegar a mi encuentro, y de esa forma ya no los siento desconocidos. Considero que el educador del museo no puede perder de vista el ritual, todos los pasos que fueron llevando al momento en que, frente a frente, nos dedicamos nuestras primeras sonrisas de bienvenida y empezamos a recorrer las salas juntos.

En algunas líneas de Zoom breves de las próximas semanas intentaré reflexionar sobre este tema, preguntando sin la seguridad en la respuesta pero ejercitando algo que considero muy importante, escarbar,  merodear, ensayar, rodear, deambular este tema para desarmar lo que parece que es así porque sí.

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